imagen fuera de foco de personas en una sala de espera de un centro de salud

Los prejuicios que convierten al racismo en una crisis de salud pública

por Errol Pierre, vicepresidente sénior, Programas estatales, Healthfirst

En noviembre pasado, durante la locura de fin de año, empecé a sentir un dolor abdominal punzante intermitente durante el día. Tenía mucho que hacer, así que en lugar de escuchar a mi cuerpo ignoré el dolor y seguí presionándome, llenando mi agenda de reuniones por Zoom de la mañana a la noche. Sin embargo, al final del día laboral mi cuerpo por lo general le ganaba a mi agenda, y el dolor era tan agudo que apenas podía mantenerme en pie. En ese momento supe que ya no podía seguir ignorando el dolor y que debía buscar atención médica inmediata.

Trabajo en la industria de la atención administrada desde hace más de 18 años. Conozco todas las investigaciones y programas orientados a disminuir el uso evitable de salas de emergencia. Sin embargo, también sabía que había postergado demasiado la búsqueda de servicios médicos, y que ahora era momento de averiguar qué era lo que me causaba dolor antes de que se agravara aun más.

El cuidado médico siempre fue un tema precario para mí. Como hijo de inmigrantes haitianos, me crié sin seguro médico ni acceso a los mejores médicos de Nueva York. Incluso ahora, aunque trabajo en esta industria, sé que el sistema no fue creado originalmente para pacientes como yo. Siempre me resultó difícil encontrar un médico de atención primaria de mi confianza, que no tuviera prejuicios, entendiera mis normas culturales y me tratara como un ser humano.

Y sé que no soy el único. Las personas afroamericanas en Nueva York y de todo el país enfrentan prejuicios raciales al procurar cuidados médicos, y estos prejuicios afectan su salud y bienestar.

En promedio, la extensión de mis consultas con un médico es menor que las de mis colegas de otras razas/etnias. Los médicos que sí veo me hacen menos preguntas que requieren cierta elaboración de mi parte, porque es más probable que se formen ideas sobre mi estilo de vida y comportamiento con base en mi apariencia. También significa que es menos probable que consideren que mi dolor abdominal es grave en relación con una persona que no tiene mi apariencia. De hecho, tengo más probabilidad de que me envíen a casa que de que me ordenen todos los análisis necesarios para saber qué enfermedad tengo. Por último, en promedio, tengo más riesgo de que cualquiera de los médicos que consulto me considere un paciente problemático o uno que no va a seguir el plan de tratamiento .

Sabía que esa era la realidad con la que me enfrentaría esa noche. Las investigaciones sobre el tema indican que cuando un afroamericano acude a la sala de emergencia, tiene un 10 % menos de probabilidad de que los profesionales médicos lo ingresen por diagnósticos similares o que le indiquen análisis de sangre, tomografías o radiografías. Esto no solo implica que la clasificación del nivel de gravedad para personas como yo sea más baja, también contribuye a aumentar nuestras tasas de mortalidad. Analizo este tipo de estadísticas como parte de mi trabajo diario, por eso siempre está presente en mi cabeza cuando ingreso al sistema de cuidado médico.

Tomé medidas para mitigar los prejuicios que enfrentaría en la sala de emergencias.

A pesar de vivir en el Bronx, me fui hasta Manhattan porque mi instinto me dijo que debía acudir a un hospital en una zona más próspera de la ciudad de Nueva York, pero no sin antes cambiarme de ropa. En lugar de ir con los pantalones de gimnasia y chaqueta con capucha que llevaba puestos esa noche, me cambié a pantalones de vestir, una camisa blanca abotonada y un suéter con botones. Nunca está demás incluir una gorra de mi alma mater, New York University, para cerrar "el look".

NYC traza una línea en la arena

Cuando el 18 de octubre de 2021 supe que la Junta de Salud de la Ciudad de Nueva York había aprobado una resolución fundamental que declara al racismo una crisis de salud pública, respiré con alivio. Fue el primer paso para enfrentar un problema que nos ha acechado por décadas.

Me sentí afortunado de que, al llegar a la sala de emergencias en Manhattan, me admitieron inmediatamente y me vio un médico, y todos los integrantes del equipo de cuidado me trataron con dignidad y respeto. Sé que no todos tienen la fortuna de recibir el mismo trato, debido a los prejuicios que se cuelan en los servicios de cuidado médico.

Una vez que los sistemas empiecen a enfrentar los prejuicios y las desigualdades hacia adentro de sus instituciones, los encargados de políticas públicas y otros pioneros en cuidado de salud podrán tomar la batuta y avanzar con el trabajo que se necesita para que nuestro sistema de cuidado médico sea más equitativo.

Como parte de esta conversación importante sobre prejuicios, es importante entender que buenas personas pueden tener prejuicios malos; las personas con buenas intenciones pueden actuar inconscientemente sobre esos prejuicios y, en definitiva, todos tenemos prejuicios, más allá de nuestra raza, etnia o género.

Una vez que aceptemos estas tres verdades podremos superar nuestra actitud defensiva y empezar a concentrarnos en salvar vidas. Es lo que intento hacer todas las mañanas cuando me levanto. Eso es lo que se propone lograr ADVANCE de Healthfirst . Estas iniciativas no solo ayudarán a los miembros de Healthfirst, sino que también ayudarán a muchos otros neoyorquinos.